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martes, 3 de noviembre de 2009

La conjura del azar, Dios y Elías Goroz, campeón del Torneo Candidatura 2009


Einstein se equivocaba cuando dijo “Dios no juega a los dados”.
Examinando los agujeros negros, sugieren, no sólo que Dios juega a los dados, sino que Él nos confunde a veces,
lanzándolos allí donde no pueden verse.
Stephen Hawking


Diremos, que Einstein tenía razón al decir que Dios no juega a los dados, cómo contradecirlo...

Sin embargo, también vamos a decir, irreverentemente, que se equivocaba, como nos equivocamos todos, al invocarlos como símbolo del azar, pues en pureza no son azarosos. Precisamente por eso no puede Dios jugar a los dados, pues para él (presupongamos, para dialogar con Einstein, que exista) su lanzamiento no entrañaría sorpresa alguna, y sin sorpresa no hay juego. Él podría deducir la jugada antes de que dejaran de rodar. Incluso podría, con su supercontrol, lanzar los dados de forma que saliera lo que él quisiese.
Para los simples mortales, los dados son un juego de azar porque no podemos calcular ni controlar sus complejas evoluciones al rodar sobre el paño; pero dichas evoluciones obedecen las rígidas leyes del determinismo. El azar de los dados es solo aparente: es un seudoazar derivado de la insuficiencia de nuestro conocimiento de las condiciones iniciales. Podríamos aceptar en este punto que alguien nos diga que la teoría del caos restablece la aleatoriedad de los dados, y tampoco podríamos contradecirlo…
Sin embargo, en el ajedrez, paradigma de los juegos no aleatorios, sí que interviene el auténtico azar. Su combinatoria es tan inmensa que la mente humana no puede ni soñar con abarcarla, por lo que no es un juego de estricta lógica, sino también una actividad intuitiva, creativa, y artística. Y donde intervienen la intuición, la creatividad, y el arte, interviene el azar.
Un azar que suele favorecer a los mejores; como dijo Tigran Petrosian cuando era campeón del mundo: los buenos jugadores tienen suerte. Y es así, nada más, aunque no siempre. Porque si existe la libre imaginación, la mente intuitiva, creativa, y artística no es una mera máquina determinista, y de unas mismas condiciones iniciales no se desprende siempre una misma respuesta.
Si somos libres, ni siquiera un Dios todopoderoso podría conocer de antemano nuestra próxima jugada.
Elías Goroz (el jugador más seguro de sí mismo de la Asociación de este momento, el apasionado que ama jugar Ajedrez) viene a simbolizar la conjura del azar, acaso en complicidad con Dios, en lenguaje Goroziano: los Dioses del Olimpo, que arrojaron los dados allí donde nadie pudo verlos, y le concedieron un triunfo rutilante; y para nosotros los simples mortales, la sorpresa que nadie esperaba.-
Fabián Fontanella, Noviembre 2009


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