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sábado, 9 de agosto de 2008

GM Ramón Orpella. Un perfil de frente.

campeón del selectivo y gm... ¿Qué más se puede pedir?

Para Ramón Orpella, un jugador de la primera hora en la Asociación, desde el Círculo de Ajedrez, desde mucho antes en los Torneos Tulio Marzorati, que organizaba Don Alberto Rubíes en la sala de la Biblioteca Popular Bartolomé Mitre -hoy María Perrissol-, desde los últimos treinta años Ramón ha estado compitiendo en el primer nivel del ajedrez local. Esto le ha valido hoy el título de Gran Maestro Local, por haber alcanzado los 2200 puntos de ranking ELO interno de la AAVC. Comparte el muy reducido grupo de jugadores (con Fabián Fontanella y Néstor Marinozzi) que alcanzaron tal puntuación.

Hoy lo logra por haber triunfado una vez más en un Selectivo -el primero de 2008- clasificando para jugar el Candidatura que consagrará al desafiante por el título villense.

La comunidad ajedrecística villense lo celebra, ya que Ramón además se destaca en la organización de los torneos internos aportando su particular óptica en las más variadas aportaciones a la vida de la Asociación. ¡¡Felicitaciones GML!!


Un perfil de frente.

Ramón es un personaje (como todos los que componen la fauna ajedrecística local, no hace falta decirlo). Personalmente recuerdo los años 76 y 77 cuando Don Rubíes organizaba los Marzorati, que en aquel entonces eran la única oportunidad de jugar un torneo de ajedrez para chicos en Villa, yo empecé a jugar allí y Ramón ya era habitué. Entre otros jugaban Eduardo Álvarez, Vicente Clemente, los hermanos David y Javier Bodrero, unos chicos Díaz y Ponce de León que conocíamos por sus apodos, a veces se llegaba Osvaldo Martínez, pero lo veíamos como muy mayor que nosotros, Claudia Comninos, el loco Marcelo Vallesi, Jeromito Miljevic, Gerardo Perazzo, que era el benjamín y otros que recordaré seguramente cuando deje de escribir. Más tarde aparecieron Hugo y luego Roberto Poli y la historia es conocida.

Ramón era el humorista, imitaba el modo de hablar de los chicos y los otros lo imitaban a él. Jugar con él era una fiesta no sólo porque el número de derrotas excedía el de sus victorias sino por sus ocurrencias que dejaban de manifiesto a cada momento que ganar era lindo, pero muy secundario. Espíritu de juego por el juego y por la felicidad de jugar, eso era Ramón.

Luego el Círculo trajo la competencia seria, la aparatosidad de las convenciones y reglas de caballerosidad ajedrecística que no entendíamos (y no eran pocas), pero aceptábamos para jugar entre los grandes. Las reglas y los protocolos las ponían los señores mayores, los chicos aportábamos fantasías y palizas memorables en los tableros. Ramón era un adolescente osado, que callaba en las partidas y soltaba su elocuencia en los comentarios, sobre todo cuando los grandes no estaban.

Un día dejé de jugar y perdí el rastro de Ramón salvo cruce ocasional por las veredas. Cuando no pude más estar lejos del tablero y volví a la ya Asociación, Ramón estaba, como siempre. Pero con veinte años más, pisaba los cuarenta y los cuarenta lo pisaban a él. Pelado (bastante), delgado (muy), ceremonioso a la hora de arbitrar torneos, siguiendo la tradición de los grandes. A veces se le sale el chico que salpicaba de pícaro humor los comentarios. Había logrado ser Campeón Villense en alguna oportunidad y quería el título una vez más (o más). Su juego se había hecho completo y complejo. Creaba amenazas de la nada, pero lo peor era ganarle tan capaz de dar batalla con el Rey solo en un rincón entre torres y alfiles asesinos.

Así se lo ve. Aparece esporádicamente, pero en los torneos oficiales no falla. En esta década ha quedado a las puertas de disputar el match por el Campeonato Villense y, cuando parecía que estaba todo para él el año pasado, no clasificó (muy sorpresivamente).

Como dijimos, es un personaje más de nuestro variado paisaje. Tan capaz de sortear un torneo un lunes a las ocho de la mañana como de las propuestas más insólitas que puedan ocurrírsele. Así es en el tablero, conservador hasta que le sale el osado de adentro rifando la partida en un lance. No abandona ni debajo del agua. Pero así ha llegado a ser el tercer Gran Maestro Local, titulación que no significa nada más que haber logrado 2200 puntos en el ranking villense. Como dijera Gufeld, es un título deportivo, no artístico; no refleja al mejor jugador sino al que más logros ha obtenido. Y Ramón, esta rara mezcla de cuáquero y capocómico ha obtenido un logro más y por eso -y por la historia que trae encima- lo honramos.

Néstor Marinozzi


1 comentario:

  1. Osito muy divertida la nota a cerca de Don Ramón!!!! Yo no conocía su historia pre-asociación!!!ahora si!!!!
    Saludos!! Juan, Pao y Los Pasquinitos!!!

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